Desde que empezamos a llevar adelante esta lucha, hemos dicho que lo hacemos a favor de la verdad. No ha sido sencillo, pero tenemos la voluntad necesaria para no desistir. El contacto con el pueblo venezolano nos llena de mucha fuerza, pues cada vez son más quienes deciden abrir los ojos y sumarse a nuestro proyecto de país, de futuro, de justicia.
Lamentablemente, un discurso vacío, trasnochado y lleno de humo, ha sido capaz de chantajear con ideologías prestadas a los más necesitados y jugar con sus esperanzas, es la más vieja y cruel manera de hacer política. Eso es lo que ha sucedido en Venezuela durante 15 años. Eso es lo que el pueblo venezolano decidió cambiar el pasado 14 de abril. Y eso es lo que el partido de gobierno le oculta al mundo, a través de retórica politiquera, trucos diplomáticos y dinero. Mucho dinero.
Gran parte de las dificultades que hemos tenido que superar en este camino para hacer valer la verdad, se deben a que un partido político ha decidido secuestrar las instituciones venezolanas para mantenerse enchufados en el poder. Y han conseguido muchos cómplices, gente que no sabe cómo gobernar, pero sí conocen el precio de su conciencia. Y así han mantenido su farsa: comprando conciencias y metiendo miedo. Mucho miedo.
Pero el pueblo venezolano es noble y valiente. Mientras los que están en el gobierno se siguen llenando de plata que ya no pueden esconder, los padres de familia, las madres desempleadas, los obreros mal pagados, los trabajadores a quienes no les rinde la quincena, los jóvenes que están estudiando, los muchachos que no consiguen empleo, todos han ido perdiéndole el miedo a un gobierno que enseña sus armas cada vez que puede, aunque jamás haya enseñado sus cuentas sin maquillarlas.
Por eso es que el partido de gobierno ha invertido toda la riqueza de los venezolanos en ese parapeto que hoy día se les viene abajo, porque es incapaz de resistir los daños de unas políticas públicas erradas, la incapacidad para frenar la inseguridad, la violencia y la muerte convertidas en protagonistas del día a día, ni las devaluaciones de la moneda que han llevado a cabo sin piedad con los bolsillos de los más pobres.
En nuestro continente hay muestras de políticas económicas que conducen a un descenso de la inflación y la revalorización de la moneda, pero en Venezuela el bolívar es devaluado y los índices de inflación se disparan. Conocemos países que han resuelto el problema de la vivienda, reducido los índices de pobreza y de violencia, pero en Venezuela decenas de familias lloran muertos a manos del hampa cada semana, con una impunidad de casi el cien por ciento. Mientras en el planeta los ciudadanos conquistan nuevos espacios, las instituciones venezolanas vulneran los derechos de su propia gente y desconocen a una mayoría que exige y demanda lo que merece y le corresponde tener.
Hoy los venezolanos vivimos en un territorio que ha sido secuestrado por la violencia y la anarquía. Y hay que decirlo todas las veces que sea necesario, para frenar a esa mentira galopante que se ha instalado en el Palacio Presidencial, llevando a cabo el peor gobierno de los últimos dos siglos.
La inestabilidad económica, el enorme riesgo país, la incapacidad de los gobernantes y una colección infinita de políticas públicas fracasadas son las conquistas más relevantes que puede apuntarse el partido de gobierno. Cada vez que deciden medirse, pierden más capital electoral.
Hoy el Poder Ejecutivo venezolano se encuentra en medio de una trampa que ha estado construyendo durante todo este tiempo a punta de mentira. Ya no tiene capacidad de maniobra. Se han gastado el dinero del país en justificarse a sí mismos. En la actualidad, el partido de gobierno ni siquiera puede asegurar que alguna de las áreas que están bajo su responsabilidad funciona bien. Son los campeones del desgobierno. Pero también son los campeones del abuso, del ventajismo y de la trampa como política.
Los venezolanos sabemos el país que podemos, queremos y merecemos tener. No hay otra verdad en nuestra manera de hacer política: el progreso de los ciudadanos se construye sumando las fuerzas de todos y construyendo en una misma dirección, sin que eso signifique sacrificar ideales ni causas justas, pero mucho menos imponiéndolas. Ya se ha derramado demasiada sangre en el mundo demostrando ese fracaso.
Cuando las políticas están pensadas para satisfacer las necesidades de quien lo necesita, pero con la intención real de ayudarlo y la voluntad política necesaria para hacer que las generaciones del futuro no padezcan de los mismos problemas, entonces podemos hablar de un buen gobierno.
El futuro es indetenible. ¡Y los venezolanos no estamos dispuestos a dejar que nos confisquen el futuro! Porque eso es lo que estamos construyendo en Venezuela: contra todos los obstáculos que pone el poder, estamos construyendo nuestro futuro.
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