2/12/2014 03:39:00 p.m.
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Bastó que los estudiantes hicieran uso del pleno derecho que le otorga la Constitución, para que el gobierno tendiera un gran manto de dudas sobre sus verdaderas intenciones cuando habla de diálogo.

Un gobierno que se siente confiado en su desempeño democrático no agrede ni encarcela a estudiantes. Eso es un principio fundamental. Como tampoco lo puede hacer con ningún otro ciudadano.
La connotación de estudiantes, sin embargo, le da un carácter diferente a la protesta. Porque los estudiantes expresan la frescura de planteamientos, la emotividad y la franqueza. Así ha sido en nuestro país y en muchas otras partes. Los jóvenes estudiantes salen a protestar o realizar exigencias muchas veces por otros sectores. Porque ante todo los estudiantes son solidarios.
De manera que la conducta de un gobierno amplio es simplemente respetar la protesta, incluso velar para que se realice dentro de los cauces pacíficos que señala también la Constitución. Podía haber sido muy sencillo.
Es más, todo funcionario público ante el cual acuda una protesta pacífica, ordenada, está en la obligación de atenderla, prestar atención a los planteamientos. Incluso a generar las condiciones que permitan que se pueda resolver con prontitud el reclamo. Claro, un gobierno así también evita que la protesta se origine. Porque lleva a cabo políticas que resuelven problemas, no que los ocasionen.
Los jóvenes venezolanos tienen muchas razones para protestar. La primera es el clima de inseguridad que nos ha convertido en uno de los países más violentos del mundo. Los jóvenes saben la cantidad de riesgos a los que se exponen cuando salen a la calle. Eso no les gusta, impide la libertad de transitar y los coloca permanentemente en peligro. La segunda es la pérdida de oportunidades. Millones no pueden terminar bachillerato.
Los que van a la universidad se encuentran sin perspectivas, no consiguen empleo. Muchos deciden emigrar contra su voluntad. Se sienten excluidos de su propio país, de sus querencias, de lo que efectivamente les pertenece. Se sienten decepcionados y traicionados. Como si les hubieran quitado algo muy preciado.
Para esos jóvenes la peor afrenta es agredirlos y encarcelarlos. Lo que quieren es ser escuchados, que el poder "omnipotente" se ocupe realmente de ellos. Esa no es la política que se sigue. Todo lo contrario, el gobierno ha decidido enfrentarlos, quizás con la torpe idea de que hay que cortar la protesta con el amedrentamiento.
Lo sucedido en los últimos días en muchos sitios del país, indica que el gobierno requiere mucha inteligencia, sentido común, capacidad real de entenderse. Si lo detallamos, son atributos relativamente sencillos que también escasean a lo largo y ancho de las oficinas del gobierno. Bastó que salieran estudiantes a la calle para que las caretas empezaran a caer.

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